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MARCHA A BRUSELAS

CRÓNICA | Ni la Policía, ni el GPS, ni el aburrimento les hace desistir en su destino

Agonía. Esa era la palabra que describía el sentir de todos los viajeros minutos antes de que arrancara la manifestación. Todos los factores se sumaron para que Bruselas cada vez se alejara más del mapa.

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Oihana LLORENTE

La aventura de llegar a Bruselas comenzó bastante antes, alrededor de las 19.30 de la tarde del viernes, la hora fijada en todos los herrialdes para el arranque del viaje. Decenas de jóvenes se agolpaban entonces en las paradas acordadas, saludando tímidamente a sus compañeros de viaje, con los que compartirían después cerca de 36 intensas horas.

Sólo dos autobuses se libraron de las garras policiales, pero estos viajeros tuvieron que soportar alrededor de cuatro horas de espera. Pocos minutos después de ascender al autobús tuvieron que hacer un alto en el camino, en Bidé. Allí conocieron que el resto de viajeros no podían seguir su  trayecto debido a los controles instalados en Irun y Hendaia tanto por la Policía española como por la Guardia Civil.

Pese a que la misma marcha a Bruselas estaba en juego, los jóvenes se armaron de paciencia y pusieron al mal tiempo buena cara durante la prolongada espera al resto de compañeros de viaje. Después de cenar y pasar el rato como pudieron, sobre las 23.15 llegó el tercer autobús al que acogieron con aplausos y alborozo. Los jóvenes relataron entonces lo vivido en los controles policiales.

Minutos después llegó el cuarto autobús. Ya no había tiempo que perder, más de trece horas los separaban del destino, y tras una pequeña asamblea se decidió poner rumbo a Bruselas. De camino, en los alrededores de París, se encontrarían con el resto para llegar unidos a la capital belga.

La mayoría de los jóvenes que acudió a Bruselas eran estudiantes por lo que tuvieron que abandonar sus libros durante el fin de semana para acudir a esta cita en favor del respeto a sus derechos. Algunos sin embargo, ni siquiera los abandonaron y emplearon el viaje de ida y vuelta para preparar los exámenes universitarios e incluso hubo quien repasó los contenidos de la selectividad. Aunque fueron los menos, ya que les fue difícil no sucumbir al buen ambiente del resto.

La imaginación siempre ha  sido un arma bien empleada por la juventud. Durante este viaje  no fue menos y en el mismo se pudieron ver decenas de trucos para combatir el aburrimiento y la incomodidad del autobús.

Juegos de cartas como el asesino o la escoba, maratones de chistes, en su mayoría penosos, canciones populares o películas de todo tipo amenizaron el largo viaje. Los organizadores incluso habían organizado olimpiadas para el trayecto.

Las paradas obligadas cada tres horas irritaban a aquellos que intentaban dormir para lo que coger postura era algo complicado. El pasillo del autobús, por ejemplo, estaba repleto por lo que hubo quien intentó acomodarse bajo los asientos.  

Tras una larga noche, por la mañana el atasco encontrado en las cercanías de París enervó a los viajeros. Los controles policiales hicieron que la manifestación se retrasara, su arranque estaba previsto para las 12.00, pero corría el rumor que el permiso caducaba a las 15.00.

El atasco concluyó y los carteles de carreteras indicaban una distancia cada vez más corta a Bruselas, pero a los chóferes pareció costarles encontrar el camino. Los nervios estaban ya a flor de piel y los jóvenes comenzaron a acicalarse vistiendo su simbólica camiseta en favor de la independencia, entre bromas de «todos con la roja».

Bruselas estaba ya a la vuelta de la esquina pero los autobuses no consiguieron dar con el camino, tuvieron que llegar escoltados por la Policía. Un fin se semana completo.

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